Es curioso como una persona se acerca al mundo del doblaje. Y te puedes encontrar con dos tipos. Uno de ellos engloba a los fans de series (en su mayoría de origen asiático) y de las voces que las enriquecen. Yo soy del otro tipo. Del tipo de persona que ve, en un arte infravalorado en demasía, como eso de jugar a ser otro, como cuando éramos pequeños, es un juego tan difícil como gratificante.

¿Alguna vez te has dado cuenta del preciso momento en que cambia tu vida para siempre? Ese momento es oro. Y la decisión que tomas es solo el primer paso para un largo camino por recorrer. Eso me pasó a mí. Y mi sueño se cumplió. Aquel día que decidí dar el primer paso por este sendero, fue uno de los mejores.

En la Escuela de Doblaje de Barcelona descubres que todo lo que piensas del doblaje antes de zambullirte en este mundo, es falso. Y la primera sensación es sentir que esto que descubriste escuchando a otros hacerlo, pues lo mismo te viene grande. Pero te cogen profesores del valor que solo puede atesorar esta escuela. Rafa Calvo, Bruno Jordá, Manuel Osto, Elisa Beuter, Lola Oria, Manolo García, Cris Mauri o mi amado, que en paz descanse, Gonzalo Abril, y te dicen «Mira. Esto va así. Esto es un take. Échale huevos». Y fallas. Y llegan especialistas de la voz como Marta Montiel o Carme Cajol y mejoras. Y fallas. Y entonces ves que no va de poner voces. Va de ser actor. Y no es fácil. Nada fácil. Y te remata Jordi Godall, rompiéndote, sacándote de tus casillas. Con su dedo en el hombro. Moviendo tu cuerpo para que dejes de intentarlo y lo hagas. Y lo sientas. Y acaba diciéndote «¿Ves que fácil?»

Cuando ya lo entiendes, eres otra persona diferente a la que comenzó ese sendero. Has crecido. Has mejorado. Sientes las cosas de forma diferente. Y esperas a que te puedan convocar.

Ese día llego con una sencilla frase de megafonía para «Dr. Strange 2», con la confianza de Rafa Calvo. Es solo una frase. Lo he hecho muchas veces durante los dos años que estuve en la escuela. Pero los nervios de esa primera vez son ineludibles. Esa luz roja que se enciende justo cuando el más profundo de los silencios inunda la sala principal de los estudios de SDI en Gran Vía, da miedo. Pero cuando sale tu voz ya no hay vuelta atrás.

Vuelvo a casa en la sencilla moto que me compré para poder ir a cualquier estudio cuando me requieran. Me paro en un semáforo y pienso «Soy actor de doblaje». No lo era cuando acabe la escuela. Lo fui cuando me enfrenté a ese sencillo take. «¡Han roto el sistema de seguridad! / ¡Han roto el sistema de seguridad!». El take resuena en mi cabeza mientras el semáforo está en rojo. No puedo dejar de mirar la luz. «Soy actor de doblaje». En se momento se pone en verde como diciéndome «Si. Ahora sigue con tu vida y disfrútalo». Y termino mi viaje a casa. Emocionado. Con esas gotitas en los ojos que empañan las preciosas vistas de Barcelona cuando coges por Montjuic.

Todo esto pasó el 21 de marzo de 2022. Mi nuevo yo nació ese día. Un jerezano que lo dejó todo para cruzar España buscando un sueño. Y desde entonces solo busco luces rojas.